El día que Luis (el colchonero de Valladolid) nos acompañó a la nave donde trabajaba abriendo los colchones para sacarles la lana, me invadió una sensación de tristeza al ver el estado en que estaban aquellas telas de colchón. Pero al mismo tiempo los ojos se nos hacían chiribitas, pensando en recuperarlas e imaginando los fantásticos productos que podrían salir de ahí.